
El Chivatá de Bogotá
Nacido en Cachipaí, Cundinamarca; hace 52 años, don Aurelio Chiviatá, llegó a Bogotá desde muy joven tratando de labrarse un futuro para él, su esposa y su pequeño hijo con algunos días de nacido.
Este hombre, hijo de labriegos, tuvo que salir corriendo de su pueblo natal, debido a que su relación no era bien vista por los padres de quien hoy todavía es su esposa luego de 35 largos años. Maritza, la madre de sus 4 hijos, es un baluarte en la vida de este hombre, “si no fuera por ella, nada de esto existiría”, retrata con profundas palabras de amor el cansino jefe de familia.
Han sido 35 largos años desde que llegaron a la capital, jóvenes y lúcidos, cuando él debió emplearse de ‘cotero’ en Abastos para poder llevar la comida y el sustento a su nueva familia, que lo esperaban ansiosamente todas las tardes en una casa del barrio Roma, al suroccidente de la capital.
Allá, en esa casa, propiedad de una tía de Aurelio, pasaron sus primeros años, hasta que debieron irse tras la muerte de ella. La mujer que les había tendido la mano a su llegada, se había ido; hijos, los primos de Aurelio, finalemnte llegaron a repartirse la herencia. Pero este ángel guardián –como le dice Maritza- no los había dejado desamparados. Meses antes la señora Helena había comprado una tienda, que en ese momento atendía Maritza, mientras cuidaba de su primogénito Camilo.
Sin un hogar a dónde ir, la pareja arrendó una habitación de la casa donde quedaba la tienda, y allá comenzó una historia que se prolonga por casi 30 años.
Una vez instalados, la familia empezó a crecer y en una década ya eran 6, habían alquilado toda la casa y ampliado la tienda, pero el espacio ya no era suficiente. Tenían que buscar un nuevo hogar, y esto casi que correspondía a buscar otro trabajo.
Maritza, quien después de todo este tiempo ya se había reconciliado con su madre y sus hermanos, dejó la comodidad del hogar y se dedicó a encontrar el nuevo destino que tendría la familia Chivatá Rodríguez.
No fue fácil, como lo señala la dama del hogar, pero si no hacía esto por su familia, sabía que nunca saldrían de allá. Después de mucho deambular, encontró la casa perfecta en el barrio La Independencia de Bosa, donde al poco tiempo se mudaron, y dónde todavía hoy residen.
Allí montaron de nuevo una tienda, se acomodaron y sacaron adelante su sueño, hoy con ellos no sólo están sus hijos, también dos pequeños nietos, que revolotean por aquí y por allá, buscando el abrigo de alguno de sus abuelos.
Dos jóvenes, que con arduo trabajo sacaron adelante a sus 2 hijos y 2 hijas, que ahora llevan “por el camino del señor” a otros dos niños, que han salido adelante y han logrado construir una bella familia y hacerse al agrado de la comunidad, bajo el abrigo de una tienda amiga.


